Da la impresión de que hay con diferencia mucha más mentira en la web de la que uno podría suponer. ¿Qué pasa con esas estrellitas y esos pulgares que decoran miles de servicios y productos en la web? ¿Quién las comprueba o le da validez? ¿Existen mecanismos para evitar el abuso o simplemente es un juego que hay saber las reglas? La realidad es que eso que los cursis de internet llamaron Web 2.0, donde todo el mundo puede opinar sin que nadie mire sus credenciales, ha provocado más ruido y confusión que otra cosa. Lo que en origen supuso un sano intercambio de experiencias y opiniones, ya se ha convertido en un mercadeo de opiniones interesadas con el ánimo de adornar o quizás también difamar.
¿Quién es el culpable de la actual situación? No lo dude nadie. Los propios servicios que proporcionan la capacidad de dar calificaciones o valoraciones. Es su responsabilidad garantizar la veracidad de la información suministrada y si no puede hacerse, ¿por qué la incluyen en sus sitios?
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